miércoles, 16 de noviembre de 2011

Prioridad

No quiero más de algo, poco o nada de las cosas de este u otros mundos.
Mi interés está en encontrarte, en conseguirte, en asirte.
Más allá de cualquier otra convicción que me gobierne está esa prioridad.
Prioridad fundamental de hablarte. De cantarte. De loarte. De adularte.
De decir tu atributo de guayabas florecidas
y la saga de tu risa despertando a las palomas y los gatos de los aleros.
Prioridad de recitar el brillo de tu pelo
y la canción de Phill Collins exaltando al verano que madura.                                                                                        
De tocar el modelo de tus pies desnudos.
De esa manera tuya de influir sobre el clima, en la materia,
sobre la tierra, en las mareas.
De exaltar tus manos griegas y tus ojos de broches encendidos.
De tu silenciosa manera de ser licenciosa
y de la algarabía de tu corazón en medio de la noche.
De tu sola presencia de océano bordeando las islas de mi condición de paria.
De náufrago. De trotamundos sin enmienda.
De declamar la arena y las primeros destellos de la mañana que se anuncia
y tu mirada detenida sobre el horizonte que se infunde.
De enunciar los últimos botes de regreso a la playa                                                                                                                                        
y de precisar tu voz de tonada de viento silbando por la ventana traslúcida.  
No. No quiero más de algo, poco o nada de las cosas de este u otros mundos.
Mi interés está en hallarte, en alcanzarte, en aferrarte.
Más allá de cualquier otra convicción que me gobierne está esa prioridad.
Prioridad imprescindible de escucharte. De atenderte. De auscultarte. De retenerte.
De enaltecer tu pelo de noche en la noche que sucumbe
y dimitir al insomnio de la madrugada que se eleva.
De tu estrategia para envolverte y descubrirte frente a mi como ante a tu espejo.                                                                                                                                           
Prioridad de tu estilo de caminar desnuda hasta la puerta sobre el piso de madera.
De llevar tus manos y tus pies para que lleguen a sus destinos
entre mis manos y mis pies.
De tentar arteramente tus senos de nubes con mis manos de artesano.
De la potencia de tu pensamiento adelantándose a mis apreciaciones.
A mis concepciones. A mi suposiciones de amante en fraude.
De avistar tu cintura de loma con las primeras luces de la habitación que se incendia
y la forma de tu brazos tendidos de los acoplamientos del camastro.       
De absorber tus muslos de peces con mi boca de foca feliz.
De inmovilizarme con el sabor de las algas frescas de tu vientre nuevo
y aferrarme al entorno de tu pubis rojo a punto de amanecer.
Prioridad de sujetarme a tu perímetro como la gravedad al planeta                                                                                            
y obtenerte en el momento prodigioso
del paso de la vida práctica al ensueño inconcebible. 
Esta bendita prioridad. Tan obsesiva. Tan insistente. Tan pertinaz.
Prioridad del regreso de tu esencia a mis dominios en la pasión erguida.
Prioridad del amparo de tus adentros en mis adentros contenidos.
Por William Smith