viernes, 6 de julio de 2012

Yo Tengo

                           William Smith
Yo tengo lo que vienes buscando desde hace mucho tiempo. Lo que indagas en tu origen. En tu nombre. En tu edad. Lo que se esconde tras de ti cuando tienes que hablar del amor. Del dolor. De Dios. Del sexo. De la vida. Lo que permanece en el límite de tus temores. Tus prevenciones. Tus escrúpulos. Aquello que te concierne y te afecta como una urgencia. Como una carencia. Lo que buscas. Lo que no encuentras. Yo lo tengo.          
Lo que no temes de la lluvia y los caminos. Lo que te gusta de la serranía. Lo que has perdido entre el río y la carretera una tarde en algún invierno andino. Lo que no has vuelto a ver desde que saliste de Kallima. Lo que te recuerda la sonrisa de tu madre y tu infancia feliz junto a Galo. Todo aquello que has olvidado en cuarenta y seis años. En la coexistencia. En la subsistencia. Lo que llamas. Lo que no te contesta. Yo lo tengo.
Lo que escrutas en tus carteras. Lo que rebuscas entre tu ropa. Lo que inspeccionas en las nóminas. Lo que escudriñas en las canciones. En los libros. En la didáctica. Lo que inquieres en internet. Lo que sopla en tu habitación cuando te vistes a solas. Lo que hace madurar tus hormonas. Tus neuronas. Lo que te enciende la alegría. Lo que te acrecienta la exaltación. Lo que quieres. Lo que no tienes. Yo lo tengo.
Lo que no sabes de ti misma y constituye tus dudas. Tus vacilaciones. Tus incertidumbres. Lo que precisas para leer. Lo que requieres para no dormir. Lo que necesitas para cantar. Para soñar al filo de la noche. Lo que está entre tus ojos.  Entre tus senos.  Entre  tus muslos.  Lo que  te palpita las ingles.  Lo que te provoca. Lo que te puede expulsar del reposo. De la serenidad. De la moderación. Lo que pides. Lo que no se te concede. Yo lo tengo.
Como a un ídolo prohibido lo mantengo encubierto tras mis gestos. Tras la sombra de mi color triste. Debajo de mi benignidad. Más allá de mis pobres palabras humildes. Aún incorrupto como el vino. Todavía púdico como un cáliz. No obstante íntegro como un poema. Tal como se genera en mis vigilias. En mis expectaciones. De la forma como segrega entre mis glándulas. Tal cual irrumpe en mis deseos. Lo que clamas. Lo que no te responde. Yo lo tengo.
Y lo he guardado por semanas contenido en sus moldes. Asentado en sus fuentes. Depositado en sus receptáculos. Bajo siete llaves lo he escondido de los pecados. De las tentaciones. De las incitaciones. Y está hecho a la medida de tu amor. Diseñado a la naturaleza de tu género. Adaptado al peso de tu capacidad. Delineado al modo de tus apetencias. Lo que te despierta. Lo que no te duerme. Yo lo tengo.
Sólo yo tengo lo que vienes buscando desde hace mucho tiempo. Y está listo para ponerlo a tus pies como una ofrenda de plata. Colgarlo en tu cuello como un relicario sagrado. Decírtelo al oído como una oración nocturna. Ponerlo sobre tus manos como en un rito antiguo. Exento. Descubierto. Expedito. Para hacer que cope precisamente las dimensiones exactas de tu premura y mi apremio.  De tu espera y la mía.  De tu deseo. De mi deseo.
Ferreñafe, 29 de junio del 2012.