Héctor Manuel Mesta Samamé
(Ferreñafe, 1973) es un adulto con un corazón de niño. O, lo que sería casi
igual, un niño en el corazón de un adulto: un espíritu joven, piadoso y
benéfico que siente un intenso amor por la humanidad y la vida; por eso, su
cuento Corazón de niño es,
precisamente, aquella manifestación del amor de Héctor Manuel por el género
humano, expuesto en una historia contada con copioso dramatismo, profundo
sentido social y a través de ciertos hechos y personajes que nos presentan una
realidad cruel e inicua, pero, donde, también, se terminará imponiendo la
esperanza, la justicia, la voluntad de Dios y el premio de la vida más allá de
la muerte, como una recompensa por el sufrimiento, el dolor y la fe.
Corazón de niño, es un cuento realista -breve, sencillo, apasionado- que posee su mejor
virtud en la propia historia que narra y, naturalmente, en la técnica
eminentemente dialogante con la cual se desenvuelve. Estas son las dos unidades
elucidarias del cuento de nuestro joven narrador: por un lado, la historia del
niño que sufre, crece y termina venciendo la adversidad, en una lucha dura y
constante frente a las vicisitudes familiares y sociales en general; y, por
otro lado, aquella resonancia dialogizante, que nos narra la historia a través
de la plática, la confesión, las reflexiones de sus hablantes, en un decir
desde el corazón de un niño, y que nos envuelve entre sus voces y nos conmueve
con su cargado dramatismo e intensa adhesión humana.
En Corazón de niño hay un hermoso mensaje de solidaridad con el hombre de hoy, y una inquieta
preocupación por los problemas coyunturales de la sociedad postmoderna. Por
eso, este cuento, es objetivista y neonaturalista, y nos muestra, con absoluta
claridad, la censura de su autor a los trastornos sociales que dañan al hombre
y afectan, sobre todo, a la niñez y la familia. Héctor Manuel Mesta está en
contra de la pobreza, el dolor y la muerte, por eso su narrativa se afana en
censurarlos, y, lo hace, contraponiéndolos a los valores del amor, la verdad y
la justicia terrenal y divina. El personaje del niño le sirve al autor para
denunciar la injusticia social, para mostrarnos ese mundo cuya realidad
-ignominiosa y atroz- termina por liquidar al ser humano; por lo tanto, la
tendencia de su obra, por su propia temática y estilo, es subjetivista,
realista y hasta neonaturalista, en virtud de su prueba de una ficción de
enérgico realismo sociológico.
Por otro lado, Corazón de niño,
presenta una interesante técnica dialógica, que se despliega a través de un
juego de voces y acentos verbales que dinamizan y aligeran el relato. Al
diálogo debe, el cuento de Mesta Samamé, su mejor propósito, cuál es, comunicar
no solamente la ideológica de los personajes, sino, también, ambientar de aquel
panorama de inclemente realidad social, para la perspectiva el lector; pero,
sobre todo, el diálogo -el coloquio, lo conversacional, aquel balbucir de voces
y sensaciones-, permiten conformar, organizar, concordar -narracionalmente
hablando-, el contenido temático de la obra. Lo diálogico, el constante
parlamento y conciliábulo de sus personajes, constituyen el mejor talento que
el joven narrador presenta en su cuento Corazón
de niño, por medio de aquel, Mesta Samamé, nos demuestra su perspicaz
estilo de contar, que, pensamos, le augura un indudable oficio de fabulador de
historias.