martes, 7 de junio de 2011

Urdida y Secreta Adhesión

He estado tras tu paso y esencias cada día, Poesía.
He calculado cada tiempo el tiempo de tu distancia.
No he escatimado sueño ni caminos por tu reencuentro
y ni un instante no he dado tregua a tu busca e invocación.
He salvado puentes y me he extraviado en las ciudades,
rondado parques y me he enrevesado entre las pérgolas,
recorrido playas y me he perdido entre las dunas,
cruzado vías y me he errado por tantos cruces.
¿Dónde te escondes de mi entusiasmo por tus formas?
¿Dónde te encubres de mi fervor por tus nociones?
¿Dónde te ocultas de mi pasión por tus acentos?
¿Dónde te velas de mi exaltación por tus querencias?
He llamado tu nombre y presencia desde las montañas.
He citado tu imagen y asombro entre los bosques.
He aclamado tus voces y colores a las borrascas.
He emplazado tu germen y señales en los océanos.
Y no hay amanecer que no te haya inquirido a los rocíos,
ni tarde que no te haya indagado a los crepúsculos,
ni noche que no te haya rezado desde mi camastro.
He estado esperándote al lado de mi puerta,
alentándote junto a mi ventana, induciéndote en mi pasillo,
incitándote sobre mi lecho, delirándote en mis vigilias.
No demores, no difieras, no aplaces, no rezagues, Poesía.
Llegado es el Otoño y tiempo de volver a soñar:
los atardeceres desde el muelle, la brisa tibia de mayo,
la luna lúcida, nuestra urdida y secreta adhesión.
                          Por William Smith
Ferreñafe, mayo de 2011