martes, 26 de marzo de 2013

CORAZÓN DE NIÑO: UNA HISITORIA DE DRAMA Y ADHESIÓN HUMANA


                                                          Por Willaim Smith
Héctor Manuel Mesta Samamé (Ferreñafe, 1973) es un adulto con un corazón de niño. O, lo que sería casi igual, un niño en el corazón de un adulto: un espíritu joven, piadoso y benéfico que siente un intenso amor por la humanidad y la vida; por eso, su cuento Corazón de niño es, precisamente, aquella manifestación del amor de Héctor Manuel por el género humano, expuesto en una historia contada con copioso dramatismo, profundo sentido social y a través de ciertos hechos y personajes que nos presentan una realidad cruel e inicua, pero, donde, también, se terminará imponiendo la esperanza, la justicia, la voluntad de Dios y el premio de la vida más allá de la muerte, como una recompensa por el sufrimiento, el dolor y la fe.

Corazón de niño, es un cuento realista -breve, sencillo, apasionado- que posee su mejor virtud en la propia historia que narra y, naturalmente, en la técnica eminentemente dialogante con la cual se desenvuelve. Estas son las dos unidades elucidarias del cuento de nuestro joven narrador: por un lado, la historia del niño que sufre, crece y termina venciendo la adversidad, en una lucha dura y constante frente a las vicisitudes familiares y sociales en general; y, por otro lado, aquella resonancia dialogizante, que nos narra la historia a través de la plática, la confesión, las reflexiones de sus hablantes, en un decir desde el corazón de un niño, y que nos envuelve entre sus voces y nos conmueve con su cargado dramatismo e intensa adhesión humana.

En Corazón de niño hay un hermoso mensaje de solidaridad con el hombre de hoy, y una inquieta preocupación por los problemas coyunturales de la sociedad postmoderna. Por eso, este cuento, es objetivista y neonaturalista, y nos muestra, con absoluta claridad, la censura de su autor a los trastornos sociales que dañan al hombre y afectan, sobre todo, a la niñez y la familia. Héctor Manuel Mesta está en contra de la pobreza, el dolor y la muerte, por eso su narrativa se afana en censurarlos, y, lo hace, contraponiéndolos a los valores del amor, la verdad y la justicia terrenal y divina. El personaje del niño le sirve al autor para denunciar la injusticia social, para mostrarnos ese mundo cuya realidad -ignominiosa y atroz- termina por liquidar al ser humano; por lo tanto, la tendencia de su obra, por su propia temática y estilo, es subjetivista, realista y hasta neonaturalista, en virtud de su prueba de una ficción de enérgico realismo sociológico.

Por otro lado, Corazón de niño, presenta una interesante técnica dialógica, que se despliega a través de un juego de voces y acentos verbales que dinamizan y aligeran el relato. Al diálogo debe, el cuento de Mesta Samamé, su mejor propósito, cuál es, comunicar no solamente la ideológica de los personajes, sino, también, ambientar de aquel panorama de inclemente realidad social, para la perspectiva el lector; pero, sobre todo, el diálogo -el coloquio, lo conversacional, aquel balbucir de voces y sensaciones-, permiten conformar, organizar, concordar -narracionalmente hablando-, el contenido temático de la obra. Lo diálogico, el constante parlamento y conciliábulo de sus personajes, constituyen el mejor talento que el joven narrador presenta en su cuento Corazón de niño, por medio de aquel, Mesta Samamé, nos demuestra su perspicaz estilo de contar, que, pensamos, le augura un indudable oficio de fabulador de historias.

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