martes, 26 de febrero de 2013

El último libro de Matilde Mesones Montaño


                                   NOSTALGIA DE OCTUBRE
                                                     Por William Piscoya Chicoma
Matilde Mesones Montaño (Ferreñafe, 1965), es autora de tres antologías poéticas: Trinos y aleteos de chilalos (Lima, 1996), Recetarios de luceros (Lima, 2000) y Al pie de la gallarda rosa-Antología poética familiar (Ferreñafe, 2007), y  acaba de publicar Nostalgia de octubre (Serie Nueva Poesía Ferreñafana, 2012), un libro-ofrenda, un acto de entrega de un ofrecimiento, la cancelación espiritual del tributo de amor que, Matilde Mesones, devuelve a su inolvidable y reverenciado padre, y, por supuesto, de una especial trascendencia para la primordial carrera literaria de la jurista y poeta, y de igual importancia para el desarrollo del contexto de la poesía ferreñafana y lambayecana en general. El libro -primer individual de nuestra poeta- consta de cincuenta y un  poemas agrupados en cuatro grandes partes o capítulos.

I EL CANTO DE LAS MUSAS Y OTROS POEMAS: LA TENDENCIA INTELECTUALISTA
Presenta los iniciales versos de Matilde Mesones, aparecidos en trípticos y otras plaquetas universitarias, y su ya lejano El canto de las musas -suerte de poema-registro-exploración-, refinado, detallista, de la profusa especie divina grecorromana-, y donde ya se descubre la pluralidad temática y el modo cultista de su poesía, enmarcada dentro de un estilo castizamente neoclásico. Ya en propio El canto de las musas -poema-símbolo de esta fase poética de Matilde Mesones- se advierte la tendencia intelectualista, a través de la recreación de la mitología griega y latina, y la afirmación de una forma clásica en su construcción y técnicas estilísticas: “Del pecho de las musas brota un canto/y tañe su lira el mancebo Lino/risas, juegos, néctares y vinos/que enjuagan y liban las Diosas del Encanto/Clío relata amores en su historia:/Céfalo y Pocris, Ariadna y Teseo/que Mnemosine guarda en su memoria/y Calíope invoca de la épica el deseo./Cine su corona, suenan las trompetas/Paris y Helena : Troya, la guerra completa./De Urania besos de nácar brillan en el cielo/trazando el compás de la vida en su vuelo./Abrid paso a Erato los poetas/deidad lírica, princesa de rosas,/una de las nueve, pero la más hermosa/que aviva el arco de Eros sus saetas./Cantó Orfeo a Eurídice su música divina/que Euterpe con su flauta acompañaba/Zeus, padre de esta musa serafina/soberbio en el Olimpo la escuchaba./Vistan de luto los amores/cantando tragedias Melpómene viene/Aeda, vistes de negro los temores/y clavas el puñal donde conviene/Pero, alegría a los furtivos corazones/Polimnia en sus himnos os recuerda/Talía aparece entre telones/y la comedia se mece de una cuerda./Ahora la danza al canto acompaña/la belleza de Terpsícore se baña/cadenciosa entre sonrisas y coros./¡Salve! ¡Oh! Musas, en cálices de oro.”.

II A LA MEMORIA DE MI PADRE: LA MELANCOLÍA POR LA AUSENCIA Y LA RECORDACIÓN
Contiene, como una dualidad intrínseca, la contemplación y nostalgia por la figura de un padre -aunque fallecido ya- idolatrado, por eso jamás disoluto, y la expectativa por el misterio de la existencia y la muerte asociada a una profunda fe en Dios y a la convicción en la transmutación de las almas, es decir, en la vida después de la muerte, como el cumplimiento de la promesa del dogma judeo-cristiano. En A mi padre ausente -soneto que ha de inaugurar la serie de poesías ofrecidas a su antecesor-, la melancolía por la ausencia y la recordación constante de la imagen paterna está rodeada, como es natural, del ambiente del hogar: “La casa familiar parece tan vacía,/ pero tu recuerdo camina por la estancia,/ la silla de la esquina, el café caliente/ y el desayuno servido para el padre ausente.”; pero, no sólo es una estricta evocación lastimera, sino es, también, una confirmación de permanencia de la espiritualidad del ausente en la espiritualidad de la poeta, en los suyos y hasta en los elementos físicos del entorno doméstico: “Hace un año que te fuiste, padre querido,/ pero tu presencia sigue tan latente,/ tu sonrisa amplia sigue en mi mente,/ estás a mi lado aunque te hayas ido./ A todos nosotros cuidas con esmero/ y aunque el mundo gire sin rumbo, sin dueño,/ yo no tengo miedo y a la adversidad supero.”; y, en última instancia, nuestra poeta instituye, a su padre fallecido, la naturaleza de guardián celestial, de custodio incorpóreo, de vigilante etéreo, representación que ha de desarrollar, posterior y ampliamente, en sus subsiguientes textos: “Eres el guardián de todos nuestros sueños,/ te sentimos vivo aunque estés ausente:/ ¡Siempre tan cercano!, ¡Siempre tan presente!.”; en Espérame en lo ignoto, Matilde Mesones, empieza enunciando, elegíacamente -como en un canto- , el rapto por la muerte del padre querido, y confesando su propia zozobra y estado errático: “La muerte me arrebató tu mirada de miel/ tu abrazo cálido y sincero, tu amor infinito./ Uno de mis motivos para seguir viviendo/ eras tú, padre querido./ Luego de tu partida terrenal/ me siento vacía, sola sin derrotero seguro.”; igualmente, ante su incomprensión por la fatalidad que le impone el destino y en medio del abatimiento y la desolación, continúa: “Las Parcas indolentes/ adelantaron tu viaje/ cuando tus maletas no estaban listas/ para viajar a esa región sin tiempo ni espacio./ Te extraño tanto/ porque soy parte de tu corazón/ porque heredé de ti/ el espíritu soñador de los errantes quijotes/ la pasión por las historias épicas/ la lucha por un ideal/ la fuerza telúrica y misteriosa…”; para desplegar, luego de un juego de felices metáforas, sus ansias de permanecer en la continuación relacional padre-hijo, protector-protegido, guía-guiado: “Tu velero ha partido sin retorno/ a ese mundo mágico y eterno/ navegando por los mares de lo ignoto./ El mío se quedó anclado en el Mar de los Sargazos/ esperando una estrella que me guíe hasta tus pasos.”; y para, finalmente, presentar su categórica confianza en la vida ultraterrena y el ansiado reencuentro con el ente de su amor, como fin fundamental y corolario absoluto de su propia existencia: “Algún día en el Océano de la Inmensidad/ nos volveremos a encontrar/ volverás a decirme frases lindas/ y arrullarme con historias de fantasía./ Ya no habrá tiempo ni distancia/ sólo una paz infinita./ Hasta entonces, padre querido,/ y conduce desde el cielo mis huellas sin camino.”.
III DE ILUSIONES Y DESVARÍOS: EL ÍMPETU ÉPICAMENTE APASIONADO
Muestra la construcción de una poesía forjada en la purificación del amor, que se torna, unas veces, afligida por el agravio o la no correspondencia amorosa, y, otras, prodigiosamente ardorosa y vehemente. En esta otra dinámica, la poesía de Matilde Mesones, hasta ciertos momentos dolorida y sumisa, alcanza, distintamente, frecuencias de un desencadenado apasionamiento que nos transfiere un amor llevado, muchas veces, hasta el arrojo y la heroicidad; por ejemplo, en No podré olvidarte -otra vez un soneto tradicional, que prueba la organización y el carácter clásico de la escritura- se presenta a un amor inicial, originario, que aún todavía siendo o ya dejado de ser, es inolvidable, es inmenso: “No podré olvidarte a pesar mío/ y estarán en mi recuerdo dondequiera,/ ¿quién olvida la primera lluvia del estío,/ la primera flor al florecer la primavera? (…) Nunca se olvida la ilusión primera/ en un instante eterno el primer beso,/ jamás he de olvidarte aunque yo quiera,/ jamás, ni con la muerte… ni con eso.”; sin embargo, ya en el poema Hoy y mañana, aquel amor inaugural y hasta entonces sutil y límpido, se convierte en una conmoción de amargura y abandono, que llevan a la amante a la confusión, el devaneo y el encono: “Mañana lloraré por ti amargamente/ al haberme abandonado sin motivo,/ te arrancaré por siempre de mi mente,/ desorientada sin saber si muero o vivo./ Hoy con mil sonrisas quiero festejar/ el recuerdo del amor que sentí mío/ al punto de llevarme al desvarió/ como una barca errante en alta mar.”; igualmente, en Esa soy yo, nuestra poeta devela, ante el desamor y la distancia, su estado de espera, su condición de esperanzada, de irresolución general: “¡Esa soy yo!: la que no se cansa de esperar/, la que se levanta de cada caída/ y aprende de cada latigazo;/ la que tiene curtido el cuerpo,/ pero conserva sensible el alma;/ la que sigue esperando no sé a quién/ para vivir ya no sé qué,/ peregrina que continúa caminando…”; y, después, paradójicamente, en Sólo te pido un día, a ese mismo amor, originario y cristalino, luego afligido y renunciado, demanda: “… un día para llorar en tu regazo/ mis penas e infortunios y confesarte que te extraño,/sólo te pido un día para reclamar tu inclemencia, tu desdén./ Sólo te pido un día apenas, un día, amor mío,/ para ser feliz a tu lado, después …/ seguir muriendo el resto de mi vida…”. Pero, es en Respuesta a la Canción de la espera -estupendo homenaje a José Ángel Buesa, el gran autor cubano-, donde el mejor lirismo y estilo de Mesones Montaño, aparecen con ese ímpetu épicamente apasionado, que la denotan como la poetisa de supremacía de la nueva poesía ferreñafana: “Comprendo que esta espera te lleve al desvarío/ que el tiempo pase y tú ya sientas frío/pero debo borrar las huellas del pasado/el yugo opresor de un amor equivocado./Espérame en el recodo de un acantilado/en la noche infinita de un cielo estrellado/en la tímida sombra de un árbol añejo/en el puente silencioso o en el caminito viejo./Llegare sonriente como un mar en calma/para amarte con el resto de esta pobre alma/espérame convencido, no lo dudes más/estaremos juntos para separarnos jamás.”.

IV HOMENAJES: “CUANDO BEBAS AGUA, RECUERDA LA FUENTE”

Presenta once poemas afectivos y dedicados a distintas personalidades que, en algún momento, mantuvieron una gravitación e influencia en la vida de la poeta. Constituye un acatamiento del proverbio ancestral: cuando bebas agua, recuerda la fuente. Es decir, son textos donde, una vez más, Matilde Mesones demuestra su profunda sensibilidad humana y lírica, así como su admiración por la sencillez y la adhesión fraternal. En este segmento de Nostalgia de octubre, la poesía se aleja del intelectualismo, de la ofrenda al padre y la pasión amorosa, para ensayar otro tipo de ofrecimiento, otra forma de retribución espiritual del tributo de amor, y que linda con la gratitud -Madre-, la admiración -A la memoria de Luis Abelardo Núñez- el mimo fraternal -A mamá Juanita-; tal vez, por la sencillez de su lenguaje, la conmoción de su tristeza y la idealización de la niña angelical- María Grazzia sea, del conjunto de este capítulo, el más afable y sublime: “María Grazzia, María Grazzia/cantan celestes querubines,/un angelito terrenal/subió a los cielos/almita pura, de ojitos bellos/flor lozana y perfumada/que ahora adorna el Jardín de Dios./No llores, mamá, no llores papá/la Virgen está conmigo/Jesús estrecha mi mano/y desde mi nuevo hogar/cual lucero refulgente/daré luz a los corazones/para que encuentren el camino/que los conduzca al Señor./ María Grazzia, María Grazzia/niña hermosa, dulce azucena/Dios te escogió entre muchos/para ser guía y camino /de perdidos caminantes/que buscan consuelo y paz /Todos te recordarán/por tu sencillez y bondad/el deporte  era tu emblema/la amistad, tu gran virtud/Niña hermosa, dulce azucena/dejas un vació muy grande/que sólo Dios sabrá llenar./los designios divinos/a veces son  pruebas muy duras/Él sabrá darles consuelo/a tus padres y parientes./Niña hermosa, sólo duermes/tu alma ha trascendido el umbral/de lo Ignoto y  de lo Eterno./María Grazzia, María Grazzia/cantan los ángeles del Cielo/tu nívea sonrisa/será bandera de paz/tu  inocencia,/fuente inagotable/para los sedientos de Fe/María Grazzia, María Grazzia/pañuelos blancos se elevan/cual bandada de palomas./Descansa en paz, niña hermosa/y desde tu mágica morada/bendice  a tu tierra natal./Todos te recordaremos/florecilla de bondad.

1 comentario:

  1. FELICITACIONES MATILDE SIEMPRE BRILLANTE, RECORDANDO Y AÑORANDO LO MOMENTOS MAS BELLOS QUE FUERON NUESTROS AÑOS MARAVILLOSOS

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